(Conferencias)
Arquitectura del cante jondo
I
Invitado por el comité de cooperación intelectual, explanó ayer por la tarde
el inspirado poeta Federico García Lorca, en el salón imperial, una admirable
conferencia sobre el tema: "Arquitectura del cante jondo".
El ilustre autor de Mariana Pineda estableció la diferencia existente por la
antigüedad, la estructura y el espíritu de las canciones entre el cante jondo y
el flamenco, y, refiriéndose al primero, hizo un cálido elogio de la "siguirilla",
que es un ejemplo genuino y típico.
Aludió a los trabajos folklóricos de Felipe Pedrell, que pueden considerarse
completados en nuestros días por el maestro Falla, atribuyendo las
reminiscencias orientales acusadas en aquel arte popular a la influencia
bizantina.
Los gitanos, al venir a España, unieron a los elementos nativos el viejísimo
elemento indio con lo que establecieron la base del cante jondo.
El señor García Lorca estudió las características del arte de Albéniz, que
erigió sus más notables composiciones sobre el cauce del cante jondo, evocado
también por el Amor Brujo de Falla. Entre los músicos extranjeros, Rimsky-Korsakoff
y Debussy ofrecen también ejemplos de acusados rasgos andaluces.
El cante jondo contiene las más variadas gradaciones del sentimiento humano,
puestas al servicio de la expresión más pura y exacta. En la literatura española
no hay nada superior, en la justeza de los valores, a la inspiración revelada de
esas coplas populares.
El conferenciante expuso las diferencias propias entre las diversas coplas
gitanas, de las cuales hizo varias admirables recitaciones, estudiando asimismo
la misión que a la guitarra compete y citando los nombres de algunos de los más
valiosos sostenedores del cante en la actualidad, como la Niña de los Peines,
Manuel Torres y otros.
La selecta concurrencia que escuchaba el interesantísimo trabajo del Sr. García
Lorca aplaudió a éste con verdadero y sostenido entusiasmo.
II
El "cante jondo" se acerca al triunfo del pájaro y a las músicas naturales del
chopo y la ola; es simple a fuerza de vejez y de estilización. Es, pues, un
rarísimo ejemplar de canto primitivo, el más viejo de toda Europa, donde la
ruina histórica, el fragmento lírico comido por la arena, aparecen vivos como en
la primera mañana de su vida.
El insigne Falla, que ha estudiado la cuestión atentamente, afirma que la "siguirilla"
gitana es la canción tipo del grupo "cante jondo" y declara rotundamente que es
el único canto que en nuestro continente ha conservado toda su pureza, tanto por
su composición como por su estilo, las cualidades que lleva en sí el canto
primitivo de los pueblos orientales.
La "siguiriya" gitana comienza por un grito terrible. Un grito que divide el
paisaje en dos hemisferios iguales; después la voz se detiene para dejar paso a
un silencio impresionante y medido. Un silencio en el cual fulgura el rostro de
lirio caliente que ha dejado la voz por el cielo. Después comienza la melodía
ondulante e inacabable en sentido distinto de Bach. La melodía infinita de Bach
es redonda, la frase podría repetirse eternamente en un sentido circular; pero
la melodía de la "siguiriya" se pierde en el sentido horizontal, se nos escapa
de las manos y la vemos alejarse hacia un punto de aspiración común y pasión
perfecta donde el alma no logra desembarcar.
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Pero nadie piense que la "siguiriya" gitana y sus variantes sean simplemente
unos cuantos transplantados de Oriente a Occidente. No; se trata simplemente
cuando más de un injerto, o mejor dicho, de una coincidencia de orígenes, que
ciertamente no se ha revelado en un solo y determinado momento, sino que obedece
a la acumulación de hechos históricos seculares desarrollados en nuestra
península ibérica, y esta es la razón por la cual el canto, aunque por sus
elementos esenciales coincide con el de un pueblo tan apartado geográficamente
del nuestro, acusa un carácter íntimo tan propio, tan emocional, que lo hace
inconfundible.
Los hechos históricos a que me refiero, de enorme desproporción, y que tanto han
influido en estas canciones, son tres:
La adopción por la iglesia española del canto litúrgico, la invasión sarracena,
que traía a la península por tercera vez un nuevo torrente de sangre africana ,
y la llegada de numerosas bandas de gitanos.
Son estas gentes errantes y enigmáticas las que dan forma definitiva al "cante
jondo". Demuéstralo el calificativo de "gitana" que conserva la "siguiriya" y el
extraordinario empleo de las voces del "caló" en los textos de los cantares.
Esto quiere decir, naturalmente, que este canto sea puramente de ellos, pues
existiendo gitanos en toda Europa, y aún en otras regiones de la península
ibérica, estas formas melódicas no son cultivadas más que por los del sur.
Se trata de un canto netamente andaluz que existía en germen antes que los
gitanos llegaran, como existía el arco de la herradura antes de que los árabes
lo utilizaran como forma característica de su arquitectura. Un canto que ya
estaba levantado en Andalucía desde Tartesí, amasado con la sangre del África
del Norte y probablemente con vetas profundas de los desgarrados ritmos judíos,
padres hoy de toda la gran música eslava.
Las coincidencias que el maestro Falla nota entre los elementos esenciales del
"cante jondo" y los que aún acusan algunos cantos de la India, son:
El inarmonismo como medio modulante; el empleo del ámbito melódico que rara vez
traspasa los límites de una sexta, y el uso reiterado y hasta obsesionante de
una misma nota, procedimiento propio de ciertas fórmulas de encantamiento y hasta
de aquellos recitados que pudiéramos llamar prehistóricos, lo que ha hecho
suponer a muchos que el canto es anterior al lenguaje. Por este modo llega el
cante jondo, especialmente la "siguiriya" gitana, a producir la impresión de una
prosa cantada, destruyendo toda sensación de ritmo métrico aunque en realidad
son tercetos o cuartetos asonantados los textos de sus poemas.
Aunque la melodía del "cante jondo" es rica de giros ornamentales (lo mismo que
en los cantos de la India) solo se emplean en determinados momentos como
expresiones o arrebatos sugeridos por la fuerza emotiva del texto, y hay que
considerarlos como amplias inflexiones vocales más que como giros de
ornamentación, aunque tomen este último aspecto al ser traducidos por los
intervalos geométricos de la escala atemperada.
III
El repórter llegó ayer tarde al Salón Imperial con ánimo de cumplir su
obligación, tomando la conferencia anunciada, a cargo esta vez del poeta
García Lorca...
Federico García Lorca empieza, y a la primera cuartilla nos embebe a todos en
una emoción tan honda, que pronto comprendemos que para gozar
de lo que va diciendo no hay que distraerse tomando notas...
El repórter, para no volver de vacío a la Redacción, pide al poeta unas
cuartillas que son las que a continuación reproducimos:
No hay duda que la guitarra ha dado forma a muchas de las canciones andaluzas,
porque estas han tenido que ceñirse a su constitución tonal, y una
prueba de esto es que con las canciones que cantan sin ella, como los martinetes
y las jelianas, la forma melódica cambia completamente y adquieren
como una mayor libertad y un ímpetu, si bien más directo, menos construido.
La guitarra, en el "cante jondo", se ha de limitar a marcar el ritmo y "seguir"
al "cantaor"; es un fondo para la voz y debe estar supeditada al que canta.
Pero como la personalidad del guitarrista es tan acusada como la del cantor,
este ha de cantar también y nace la falseta, que es el comentario de las
cuerdas, a veces de una extremada belleza cuando es sincero, pero en muchas
ocasiones es falso, tonto y lleno de italianismos sin sentido cuando está
expresado por uno de estos "virtuosos" que acompañan a los fandanguillos en
estos espectáculos lamentables que se llaman ópera flamenca.
La falseta es también tradición, y algunos guitarristas, como el magnífico "Niño
de Huelva", no solo se dejan llevar por la voz de su buena sangre,
sino que tampoco se apartan de la línea pura, ni pretenden jamás, máximos
virtuosos, demostrar su virtuosismo.
He hablado de la "voz de su buena sangre" porque lo primero que se necesita para
el canto y el toque es esa capacidad de transformación y
depuración de melodía y ritmo que posee el andaluz, especialmente el gitano. Una
sagacidad para eliminar lo nuevo y accesorio, para que resalte lo
esencial; un poder mágico para saber dibujar o medir una "siguiriya" con acento
absolutamente milenario. La guitarra comenta, pero también crea, y
este es uno de los mayores peligros que tiene el cante. Hay veces en que un
guitarrista que quiere lucirse estropea en absoluto la emoción de un tercio
o el arranque de un final.
Lo que no cabe duda es que la guitarra ha construido el "cante jondo". Ha
labrado, profundizado, la oscura musa oriental judía y árabe antiquísima,
pero por eso balbuciente. La guitarra ha occidentalizado el cante, y ha hecho
belleza sin par, y belleza positiva del drama andaluz, Oriente y
Occidente, en pugna, que hacen de Bética una isla de cultura.
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Antes de terminar, yo quiero dedicar un recuerdo a los inolvidables "cantaores"
merced a los cuales se debe que el "cante jondo" haya llegado
renovado hasta nuestros días.
La figura del "cantaor" está dentro de dos grandes líneas: el arco del cielo en
lo exterior, y el zig-zag que asciende dentro de su alma.
El "cantaor" cuando canta celebra un solemne rito, saca las viejas esencias
dormidas y las lanza al viento envueltas en su voz.
Tiene un profundo sentido religioso del canto. Se canta en los momentos más
dramáticos, y nunca jamás para divertirse, como en las grandes faenas
de los toros, sino para volar, para evadirse, para sufrir, para traer a lo
cotidiano una atmósfera estética suprema. La raza se vale de estas gentes para
dejar escapar su dolor y su historia verídica. Cantan alucinados por un punto
brillante que tiembla en el horizonte. Son gentes extrañas y sencillas al
mismo tiempo.
Las mujeres han cantado soleares, género melancólico y humano, de relativo fácil
alcance para el espíritu; en cambio, los hombres han cultivado con
preferencia la portentosa "siguiriya" gitana, pero (como) casi todos ellos han
sido mártires de la pasión irresistible del cante.
Casi todos ellos se sabe positivamente que murieron del corazón en los
hospitales, en los desvanes andaluces, tirados en el campo, o recogidos por
caridad en las oscuras porterías o en los portalitos de los zapateros.
Porque la "siguiriya" es como un cauterio que quema la garganta y la lengua del
que la dice. Hay que prevenirse contra su fuego y cantarla en su hora
precisa.
Quiero recordar aquí en toda devoción a Romerillo, al espiritual loco Mateo, a
Antonia la de San Roque, a Dolores la Parrala, a Anita la de Ronda y
a Juan Breva, con cuerpo de gigante y voz de niña, que cantaron como nadie las
soleares en los olivos de Málaga o bajo las noches marinas del
puerto.
Quiero recordar también a los maestros de la "siguiriya": Curro Pablos, Paquirri,
El Curro, Manuel Torres, Pastora Pavón y al portentoso Silverio
Franconetti , creador de diversos estilos, último papa del "cante jondo" que
cantó como nadie el cante de los cantes, y cuyo grito hacía partirse en
estremecidas grietas el azogue moribundo de los espejos.
(1931)
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